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En un rincón de tu casa ha aparecido el barquero. La niebla se desliza con sigilo a través de tu ventana. Los pájaros permanecen como tesoros piratas escondidos en sus nidos. Y las hormigas se despiertan sudorosas antes de empezar la larga jornada de trabajo.
El barquero se acomoda y como es costumbre te cuenta su historia:
“Mi vida fluye en el cauce del río de la vida y la muerte, mi barca rompe el agua en pequeñas olas bailando con la corriente del destino y sus señoras: la vida y la muerte.
Hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas a lo largo de su vida se congregan en la orilla del río y se lanzan al agua, como troncos tallados en busca de su árbol y entonces, son llevados por la corriente.
Yo surco las aguas en busca de esos cuerpos separados de sus… no sé cómo decirlo… Los atrapo con mi remo y los llevó a la orilla. Me lo agradecen con sonrisas; a veces con lágrimas; a veces con un hasta pronto y a unas pocas simplemente, no lo agradecen. Pero siempre terminan volviendo y de nuevo se lanzan al río…
Cuando los regreso a la orilla siempre hay alguien esperándolos, una persona muy familiar aunque no saben decir quién es. Los toma en sus brazos con una sonrisa y de espaldas al río, en su interior notan la mano de Dios. Juntos regresan al camino, pero pasado un tiempo regresan al río…
Cuando yacen exhaustos en mi barca, les canto las mismas canciones de cuna de su infancia; los llevo a mi pecho para que tomen el alimento de la vida; los acurruco con mantas secas; y los regreso a la orilla. Lejos de la corriente del destino y sus señoras: la vida y la muerte. Al bajar de mi barca se olvidan de mí, del río y de todas las veces que han vuelto y volverán.
Los hay que me piden, que los lleve al final del río. No desean regresar a la orilla. Sus miradas se pierden en los reflejos fugaces del pasado, como si buscaran en el fondo de las aguas el reflejo de alguien que no consiguen recordar. Yo los llevo donde termina el río, allí hay alguien esperándolos, una persona muy familiar aunque no saben decir quién es. Los toma en sus brazos con una sonrisa y de espaldas al río, en su interior notan la mano de Dios. Juntos para siempre parten hacia el mar y jamás regresan al río.”
Ahora toma un momento de calma y entra en tu mundo interno…
Imagina como el barquero te deja en la otra orilla… allí hay una persona que conoces esperándote… Anota la primera que te ha venido a la mente…
Pregúntale: ¿Tú crees en mí? ¿Puedes traerme un recuerdo que me ayude? … Espera junto a esta persona y permite que vengan los recuerdos a ti, anota el que te llame más la atención…
Ahora despídete de esa persona y sube de nuevo con el barquero, ¿Puedes llevarme a mi nuevo presente? Ahora el barquero se transformará en una persona que conoces…
Anota tres características que admiras de esta persona…
¿Qué cambiaría en tu vida si tú practicaras estas características? Piensa en un aspecto de tu vida concreto, por ejemplo ocio, pareja, economía, trabajo,etc.
El barquero te regala estas tres características, serán tuyas si las practicas esta semana, si no volverán a caer en el olvido…
Haz un pequeño plan de acción para esta semana, respecto al aspecto concreto de tu vida que deseas ensalzar a través de estas tres características… Aprovecha la compañía del barquero, para comprometerte en qué acciones, cuándo y cómo las vas a realizar para lograr tu objetivo.
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